Sortilegios nominativos
Quisiera llamarme
William Carlos Williams
o
Langston Hughes
o
Fernando Pessoa
pero me llamo Hugo Hodelín
lo que me hace llano y tributable
de la manera que se hace todo
lo llano y tributable.
Ese es mi blasón
mi complicidad
mi estandarte
mi escudo familiar.
Pude haberme llamado Pepe
o no haberme llamado
y en mi glosario nocturnal
me repito una y mil veces
Alberto, Románico, Saúl, Francisco, Bruto, Antonio,
Gilberto, Ricardo, Paúl, Enrique, Carlos, Wenceslao,
Arquímedes y etc.,
los etcéteras de nombres
que pude haber o no haberme llamado
y a la hora de firmar lo que escribo
escribo sin falta ortográfica Hugo Hodelín (aclaro con H)
aunque
una vez soñé
llamarme
sencillamente
William Carlos Williams
o
Langston Hughes
o
Fernando Pessoa.
Una reflexión mientras asciendo de manera sinuosa la calle contreras
Las democráticas luces de la calle Contreras
iluminan por igual
a la viciosa y a la moralista
al cuerdo y al loco
a los ilustrados y los analfabetos
al corrupto y al honesto
al ladrón y al policía
al solvente y al desarrapado
al disoluto y al virtuoso
al albañil y al arquitecto
al niño y al anciano
a la puta y a la anciana virgen
al basurero y al funcionario
al de derecha y al de izquierda
a los asesinos y a los inocentes
al extranjero y al nacional.
Las democráticas luces de la calle Contreras
donde existe un farol disidente que siempre está apagado
me hacen ver en las noches de lunas vacías
el ojo de Dios.
Carta abierta a Charles Bukoswski
Aquí estoy querido Charles
atrapado
con los perros mordiendo bien dentro
clavando los colmillos sobre la arena
y escupiendo sangre
como tú decías
mordiendo y escapando.
Aquí estoy
sudado
arrinconado
solo
en un cuarto de 7.25 m2
sin dinero
sin mujeres
sin radio
sin periódicos
con algunos libros de poesía
una hermosa pelota de béisbol sobre el escaparate
y una biografía de Buda
escribiendo un poema aunque no me paguen un kilo
mordido hasta los tuétanos
con el bloqueador dentro
tan dentro
que huele a un espacio de muerte.
Aquí
moviendo las patas
como una cucaracha bocarriba
recibiendo el uppercut por debajo de la faja
una y otra vez
golpes y golpes
por debajo de la faja
tantos
que en cualquier momento
orino sangre
y hago un charco grande
que ni le gustaría
al que hizo de esto
la más sucia de las peleas.
Conviviendo con tres generaciones
y el caballo de Troya
ahí
multiplicado en muchos caballos
con el enemigo dentro
pero peleo
aunque nadie pare la pelea
aunque nadie tire la toalla
aunque el referí se haga el de la vista gorda
desorganizado
escandaloso
como un cuadro después de la batalla
como cuando hacen los toros cuando embisten
y después de muertos
nadie recuerde su bravura
y pendan de los ganchos de la carnicería
con sus ojos tristes y macilentos.
Solo en este instante
recordando el poema de Hughes
y sus seis jazzistas tocando con sus caras largas
o a Nicolás que decía:
Siempre te matan
y las notas de Manolito
los sábados por la tarde en el té
riendo
con la hermosa sonrisa de sus purismos dientes blancos
tocando el piano y mirando la mulata de tetas grandes
sonriéndole a Julito
pidiendo notas y más notas.
Sumido en las mujeres que llevé a la cama
o a los matorrales
o a los dogauts de los estadios vacíos
donde yo abandonaba la esperma
sobre el asiento de los peloteros
¿Qué queda?
Tan solo
mis hijos
viendo como su padre se desangra
viendo como su padre pelea y pelea
viendo a editores y censores
que quieren versos llenos de almíbar
viendo al amigo que en este instante me delata
pensando en aquel que me echa polvos en el café
veneno en las comidas o me cambia las pastillas.
Aquí estoy querido Charles
espiando la culpa de todos
consolado con Apolillare que decía:
reíd
reíd
reíros de mí
y el poema de Luisito Marimón
que veía venir lo que llegaba y no lo publicarían los diarios
como los profetas
porque como tú decías:
EL POETA SABE
y en ello tomamos cervezas y cervezas
porque sabíamos que toda la filosofía del mundo
puede estar en una botella de cerveza
y aunque no me tome un trago
ni tenga un peso para un café
y fume colillas de mi gastado cenicero
aquí estaremos
pegados a la lona
cuando todo termine y ellos digan:
¡Bah! no fue gran cosa
este trozo de mierda
y esto pase a la historia de las peleas sucias
como otra pelea sucia
que solo se gana
cuando caes como un plomo
de lo alto de una catedral
y una mujer que te abrió las piernas
te redima por un instante en el recuerdo
de un pequeño verso.